DE ALCEO PARA ORFEO
Querido Orfeo,
te escribo para decirte todo lo que no he sabido expresar en su debido momento
y, aprovecho ahora, que no es demasiado tarde, para que seas consciente de todo
lo que siento. Espero que estés preparado.
Ya han pasado algunos meses desde que esto ha empezado
y no he sabido nunca abrir mi corazón y puede que, como ya sabes, es porque
nunca nadie había querido entrar en él. Llegué a formar una coraza de titanio
en mi corazón, una tan impenetrable que nadie podría saber lo que escondía en
su interior. Era esa coraza la que me obligaba a hacer cosas de las que hoy me
arrepiento y, aunque de eso ya hablaré más adelante, te diré que, gracias a ti,
lo he visto. No hay ni un solo segundo en el que no me arrepienta de lo que
hice y es, sobre todo, porque esa coraza hizo demasiado bien su función: no dejó
entrar a nadie, incluido a mí.
Sé que te esfuerzas en superar mi pasado, aquel que
llamas nuestro enemigo, y, en parte te admiro, porque has conseguido hacerlo
tuyo. Este es mi problema y es aquí cuando veo que tus palabras se cumplen
cuando afirmas que solamente somos uno. A pesar de sobrellevarlo de maneras distintas,
me has hecho ver que ignorándolo no se supera, que los problemas, cuanto más se
ignoran, crecen todavía más, con la posibilidad de explotar en aquellos a los
que más quiero y, desgraciadamente, lo aprendí cuando te atropelló a ti. Todos
los segundos que te veo sufrir, llorar y agonizar, pasan como siglos porque no
me puedo perdonar que no te sepa consolar. Juro que me esfuerzo en conseguirlo,
pero tú haces que sea tan fácil que me parece más complicado. Sé que sufriste
mucho con Justo y es lo que procuro evitar, ese es el motivo por el que nunca
te hablé de mi pasado y, cuando el tema salía, no veía otra opción que la mentira.
Sé que no hay nada que valores más que la verdad y que prefieres superarla
porque el daño nos hace fuertes, pero te prometo que se me hacía tan complicado…
No hacerte daño y querer olvidarlo me superaban, pero en cierto modo, nunca me
acostumbré a serte sincero, por eso recaía en la mentira, porque en el fondo no
entendía que la verdad era tu única salida.
Quiero seguir siendo el amor de tu vida y por ello
entiendo que no puedo seguir siendo un traicionero con lo que más quiero.
Me has ayudado tanto sin esperar nada a cambio… Me has
ofrecido siempre un hombro en el que llorar y, por mucho que me duela, jamás lo
había tenido. Siempre me he recluido en mí. Pensaba que estaría solo y, ahora
que te he encontrado, me cuesta creer que me haya equivocado. Me has ayudado a
contar quién soy, me has regalado nuevas amistades, me has hecho ver que de las
que me rodeaban eran sólo veneno, entendí que mi familia no era mi enemigo. Me
has ofrecido una visión madura de la vida, un punto de vista correcto,
enseñándome que no pensando no es la solución a mis problemas. Es que no
entiendo cómo te he podido encontrar… No creo que te merezca y, a pesar de que
seguir mintiendo, tú me seguías entendiendo. No merezco tu perdón y, aun así, me
lo sigues dando y no se me ocurre una manera mejor de recompensarte que
demostrándote que seguiré cambiando y llegaré a ser aquella persona en la que
sabes que puedo llegar a convertirme.
Gracias por todo y por lo que aun no he escrito, pero,
como bien sabes, nunca se me ha dado bien expresar lo que siento. Te garantizo
que hay mucho más que has hecho por mí y, aunque no te lo demuestre y no lo
valore, si me paro a pensar, no lo hubiera conseguido sin ti.
Te quiero, para Orfeo
de ALCEO.
0 comentarios:
¡Deja tu comentario!