TIEMPO
Recuerdo mis rutinas en la época del instituto. Una etapa cargada
de un único deseo: que pasara el tiempo. Es muy irónico, ¿no crees? Hace unos
años (más de lo que creía) solo deseaba que el tiempo me presentase a otro yo: una
persona trabajando de lo que quería y que había cumplido sus sueños, una
persona lejana al instituto, alguien que me explicara cómo sobrevivir a ese
infierno.
Hoy soy esa persona, pero no he cumplido con las
expectativas. Sí, he superado la dichosa etapa del instituto, aunque ¿a qué
precio? Ahora solo soy un soñador frustrado, una persona encerrada en un
destino que yo mismo he elegido, pero sin ser consciente de lo que conllevaba.
No sé quién quiero ser, antes lo sabía. ¿Qué ha pasado? Aunque parece fácil de
explicarlo, no lo es. Muchas piedras en el camino que me han hecho caer, muchos
proyectos que se han quedado sin ver la luz, personas que aprovechan su poder
para jugar con mis esperanzas y un larguísimo etcétera que es duro de
continuar.
Mi paciencia tiene un límite, uno impuesto por mi salud
mental, la cual hace mucho que no la encuentro. El límite se ha difuminado, ha
perdido la relevancia y me he convertido en una máquina que ya no consigue
hacer bien su trabajo. He pasado mucho tiempo escondido en una sonrisa (aún lo
sigo haciendo), no me he atrevido a poner las cartas sobre la mesa y tomar
medidas. He sido un cobarde muy testarudo.
Ahora solo soy un adulto que quiere volver atrás, a ese
momento en el que mi infierno era el instituto y no todas las piedras que me he
ido encontrando. Claro que he aprendido de lo vivido, claro que sí, pero de poco
me sirve si me siguen torturando día a día. No hay mañana en la que no piense
en lo que he elegido vivir.
Una unidad de medida que lo único que hace es escapar de mis
manos es lo que me atormenta diariamente. Supongo que todo se resume en lo
mismo: el tiempo.
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