TALLER POESÍA
Nunca he tenido dificultades a la hora de empezar a escribir, pero en esta ocasión es diferente. No he estado en mis mejores momentos (como ya suele ser costumbre), pero me he obligado a no quedarme quieto, a avanzar y recapacitar.
No es la primera vez que hablo sobre mi vida en el instituto,
pero esta vez voy a contar algo nuevo. Mi vida académica nunca ha sido
sobresaliente y mucho menos mi experiencia dentro del centro escolar. He fracasado
muchas veces y recibido ataques verbales, pero nunca nada de eso me ha detenido
y es hoy cuando me paro a pensar en: ¿por qué no me rendí? Creo la respuesta es:
porque nunca me lo planteé.
Hace poco he avanzado como persona y escritor. Me he armado
de valor y he afrontado esos miedos del pasado que os había mencionado en otras
ocasiones para acudir de nuevo a mi antiguo instituto.
Fueron muchas las emociones que se mudaron en mi cabeza en
el momento de poner mi pie derecho en la entrada del centro, muchos flashbacks
recordándome los momentos en los que paseaba con mis «amigos» por los pasillos,
los pensamientos recurrentes de mi yo del pasado habían vuelto a mí, como si me
hubieran estado esperando durante todo este tiempo en el instituto. Por suerte,
Alceo lo había notado y no me dejó pensar en ni un solo momento. ¿Cómo explicarlo?
Por un momento y, por increíble que parezca, había vuelto al pasado, podía ver cada
detalle con precisión, pero fue la mano de Alceo la que me trajo al presente.
Conforme pasaba el tiempo, era capaz de controlar todas las
emociones para concentrarme en mi objetivo de ese día: dar tres talleres de
poesía.
Efectivamente, quién lo hubiera dicho al que iba ser Orfeo
que estaría hablando de uno de los mundos que más le gustaba en el sitio donde
más había sufrido. Debo aclarar que no todo fue malo, pero un adolescente en su
etapa estudiantil casi nunca guarda los buenos recuerdos.
No solo a mí me ha marcado el recuerdo del instituto, sino
que también era el instituto quien me recordaba, pues la primera persona que vi
era mi profesora de plástica que, a pesar de la mascarilla, me había reconocido
(tal vez porque tenía los mismos ojos de pánico con los que entraba cada día a
sus clases). Fue bonito conversar con ella desde un punto de vista adulto. Las
conserjes, como siempre agradables, también me reconocieron y entablaron
conversación conmigo. Me sentí, por primera vez en ese lugar, vivo.
Poco después conocí a dos profesoras que no había conocido
hasta ese día y que me hicieron sentir como en casa llenando mi experiencia
allí de simpatía y bienestar.
Fue entonces cuando vi a las que marcaron mi futuro: mi profesora
de latín y griego junto con la de Lengua Española y Literatura. Juntas
empezaron a ponerme al día de todo lo que había pasado en esos cuatro años en
los que había permanecido ausente. ¡Cuántos recuerdos!
Llegó el momento de actuar, de enfrentarme a los más jóvenes
y de demostrar, no solo a ellos, sino a mí, en lo que me había convertido.
Empezaré a relatar lo que he sentido en el taller de Ciclos otro día porque hoy quiero que veáis y escuchéis (dentro de la posibilidad con la mala calidad de audio) cómo ha sido hablar de lo que es la poesía y cómo es mi corazón gracias a ella.
Link a Youtube: Pulsa aquí.
0 comentarios:
¡Deja tu comentario!