QUIERO
Aquí solía jugar de pequeño, despejándome de mis miedos. Venía solo o acompañado de mi perro, el pastor alemán que creció conmigo y me escuchó como nadie hizo. Este era mi refugio y, aunque esté a vista de todo el mundo, era la gracia: que, al no ser privado, nadie querría quitármelo.
Ahora este lugar apenas significa algo para mí, queda lejos de donde vivo y la compañía que tenía tampoco sigue conmigo. Mi perro murió y fue de las primeras veces que se me rompió el corazón.
Ahora que vivo lejos de mi antigua casa, me vienen recuerdos del pasado, de cuando era un niño y todo parecía estar masticado.
Cada día despierto, aunque sueño con no hacerlo en algún momento.
La tristeza me las puede, no tengo fuerzas que consigan que me quede. Tengo problemas para adaptarme, de no encontrar motivos para quedarme. Suena fuerte lo que digo, pero sabes que va en serio todo lo que digo.
Las lágrimas, cada día, tienen más fuerza para empujar. Siempre quieren salir a jugar. Procuro disimular mi tristeza, evitándolo cuando todos se alteran, pero a veces no puedo y me derrumbo en silencio.
Pongo mi historia en las canciones que suenan, me ayudan aporque siento que vuelan desde mi pensamiento acompañado de mi lamento. Me cuesta decirlo, pero no le veo el sentido a nada de lo que escribo. Puede que esté perdiendo el fuelle, puede que admita que me duele.
Tuve el sueño de transmitir lo que siento, pareció no surtir efecto y, aunque lo intento, ya caigo rendido en el intento.
Querían elegir mi camino, estudiar algo que no iba conmigo. En contra de todos, elegí lo que sería mi futuro. El mundo de las letras me enseñó a ver la vida como no lo hace ninguno.
Con la universidad decidí ser un futuro profesor, un camino que todavía no tengo claro, pero no tengo reparo. Mis amigos no parecen ser míos. Nunca tuve ganas de ir a clase, las cosas no iban, provocando que no me fiase.
Gané dos premios, la seguridad de dos compañeros. Publiqué mi libro, pero no me sentí distinto. Mi compañera Zeltia me aconsejó seguir para delante dedicándome palabras que no escuché antes.
Desvelé mi amor, me encontré con mi destino, provocando el abandono de mis tíos. Mi familia se redujo a la que vivía en mi casa. El hermano de mi madre cambió de plano, llegando a ser un grano en el ano. Ante mis oídos juraron que nadie sería como yo, que nadie sentiría ni se sinceraría como yo.
A mi Alceo le dediqué montones de versos, disimulando mis lamentos. Nadie sabe lo que esconde de mí, los secretos que le conferí. Su pasado me dolió y casi no lo cuento en ese verano.
Ahora me pregunto si este será mi fin, si el vídeo será mi fin.
Ahora mismo cogería el teléfono y llamaría al 363533, quiero que contesté mamá, que me prometa que me viene a buscar, que mis problemas los resolverá sin más…
Quiero dejar de disimular, de aguantar las lágrimas y no tener miedo de llorar sin más. Tengo miedo de no seguir siendo cuerdo, de no ser suficiente para mi manzana y de no cuidar a los que me necesiten hasta que tenga canas. Tengo miedo de decidir dejar de seguir.
Quiero encontrar las palabras que me impulsen, a alguien que me asegure que esto ya no va a seguir.
No me quiero preocupar, no me quiero emparanoiar, necesito dejar de escuchar, necesito dejar de pensar, necesito dejar de escribir, necesito empezar a bailar, a cantar sin parar, a dejar de pensar. Necesito volver a ser yo, necesito aclararme cuanto antes, necesito dejar de ser un segundón, necesito…
Voy a dejar de escribir este pensamiento antes de que mis lágrimas decidan mojar mi mejilla.
Ahora pienso en qué pensará mi perro. Él sabía todo lo que sentía y los sueños de un niño que no sabía lo que valía. Pienso en no defraudarlo, en no olvidarlo, pero las ganas de dejarlo todo me las pueden, aunque sigo luchando.
Ahora que lo veo, necesito no ser Orfeo.
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