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noviembre 05, 2019 Orfeo 0 Opiniones


Puede que me cueste reconocer que los sueños se hacen realidad, pero esta vez he de asumir que me equivocaba. Ayer, 4 de noviembre, tuve la oportunidad de presentar mi libro: Querofobia: Miedo a ti.
No sabría explicar lo que sentí antes, durante y después de el evento. Mi cabeza solo se centraba en no defraudar a los que iban a conocer mi trabajo. Mi mente solo quería no decepcionarme a mí una vez más.
Antes de que llegara el día, empecé a organizar todo lo que estuviera bajo mi poder y así fue. Comencé por elegir a la persona que fuera a presentarme antes de mi intervención y he de decir que fue la tarea más fácil de realizar porque no tuve ni que pensarlo, ya tenía a la persona en mi cabeza. Tras algunos intentos y esfuerzos mentales y reales, ya tenía el nombre: Zeltia.
No sé si alguna vez la mencioné, pero ella fue la primera profesora que me metió en las letras, la primera que me ayudó en la corrección de mis relatos y la primera que me apoyó en las inseguridades que me provocaba este evento. No tardó en responder y, muchos menos, en aceptar. Estuvimos teniendo largas tardes de organización porque, aunque no debería presumir de ello, ambos compartimos los mismos miedos y es lo que me hace estar más unido a ella.
Cuando ya llegó el día, me reencontré con Zeltia tras dos años sin vernos, era un déjà vu
andante, con su misma sonrisa y mirada que me seguía transmitiendo cuando aún no era Orfeo. Me ayudó a organizarlo todo antes de la llegada de la gente y esperé a que vinieran los invitados. Ambos estuvimos compartiendo pequeños detalles de nuestras vidas y nuestro nerviosismo, además de grandes consejos que, sin duda, me harán falta en el futuro. A pesar de que su mirada me transmitiera seguridad y tranquilidad, mi mente seguía pensando que no estábamos tomando un café, sino que estábamos esperando para recibir a la gente que sería testigo de nuestro primer trabajo juntos porque, desde ese momento, dejamos de tener una antigua relación de profesora-alumno a estar unidos por el compañerismo. Fue ahí cuando mi equipo creció incorporando a una profesional de la materia y, aunque parezca mentira, mi cabeza ya asimiló que la familia de Los pensamientos de Orfeo había crecido.
La gente comenzó a llegar, me empecé a sentir arropado por mi gente y por algún desconocido que estaba dispuesto a conocer mi trabajo. Por primera vez, familiares iban a ser testigos de lo que hago en mi ámbito personal, de poder opinar sobre lo que hago y pienso cuando nadie me ve.
El evento comenzó dando paso a la intervención de Zeltia. Sus palabras, llenas de sentimiento y cariño, me inundaron el corazón y la estabilidad de mi voz comenzó a temblar (aún sin haber empezado a hablar). Jamás pensé que me arrepentiría de haber elegido a Zeltia y, en ese momento, supe que no me había equivocado, que eso era lo que el destino decidió. Su discurso estaba plagado de nerviosismo y profesionalidad, dos sustantivos que jamás pensé que podrían estar unidos, pero, con ella, vi cómo se abrazaban y peleaban, venciendo la profesionalidad que desbordaba en cada palabra que pronunciaba.
Llegó el momento de hablar, de darle paso a mi corazón. En ese instante yo también me convertí en espectador, empecé a observar y escuchar lo que mi corazón decía. Las palabras se balanceaban y bailaban en un mismo tono, excepto cuando anclaba la mirada a mis seres queridos, entre ellos mi madre, mi padre, mi hermano y mi cuñada, Fénix, Atenea y, sobre todo, Alceo al que creo que solamente miré dos veces para evitar derrumbarme.
La gente parecía estar disfrutando de mi intervención y de los dos vídeos que reproduje para plasmar y apoyar el trabajo que tiene detrás esa parte de mi corazón. Mi mente seguía cuestionándose si lo estaba haciendo bien, aunque lo que más me seguía asombrando era que mi corazón era el que estaba tomando el timón. Mis compañeros llegaron un poco tarde, pero fueron tan puntuales que llegaron en el preciso instante en el que mi discurso estaba en el auge del sentimentalismo.
Al finalizar, la gente se acercó a comprar mis libros o, mejor dicho, a llevarse mi corazón a sus hogares, algo que todavía no me termino de creer. Todavía no asimilo que la gente vaya a ser consciente de lo que sentí y lo que viví.
Pronto subiré el vídeo y, a pesar de no haber podido asistir, quiero que viajes en el tiempo y lo reproduzcas cuando puedas.
Muchas gracias por haber estado y seguir estando.
Querofobia estará en dos meses a la venta y no puedo estar más nervioso y ansioso por saber las opiniones de mis seguidores.

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