Capítulo 3
No sabía cómo,
pero de pronto me encontraba en una situación que jamás me hubiera esperado:
agachado, viendo cómo mi jefa se estaba atragantando en el suelo sin poder
hacer nada y rodeado, en medio del bar, por el grupo de mujeres que de un
parpadeo habían llegado allí.
-
¿Veis como no miento? – Dijo una de las jóvenes
que se mostraba realizada por mostrar a sus compañeras que tenía razón sobre
algo que yo desconocía.
-
Tranquila Regina, no te alteres tanto. – Dijo la
mayor del grupo mientras se acercaba a mí rompiendo el círculo perfecto.
-
No sé lo que le ha pasado, no sé qué hacer. –
Dije al ver que la más experimentada me miraba con aspecto desafiante.
-
Relájate querido, no importa. – Miró a mi jefa
con cara de asco. – Me parece que le has hecho favor a este desgraciado mundo.
-
¿Qué quieres decir? Necesito llevarla a un
hospital. – Me dispuse a cogerla por los brazos cuando de nuevo me sentí
amenazado con la mirada de todas las componentes del óvalo.
-
No, tú te vas a quedar aquí y, de una vez por
todas, vamos a hablar seriamente. – Seguía manteniendo su diálogo la veterana.
El óvalo se
descompuso y comenzaron a aproximarse a mi jefa mientras yo me separaba poco a
poco por el desconocimiento de lo que estaba pasando. Todas realizaban
movimientos perfectamente sincronizados, se agacharon a ella y mientras una
acariciaba su garganta, el resto susurraban palabras de un idioma que
desconocía.
-
Vamos a hablar a aquella esquina mientras las
chicas se ocupan de la vieja decrépita. –Me decía la más mayor mientras
señalaba la mesa que estaba al lado de la puerta.
-
No entiendo nada de lo que está pasando, me
estoy volviendo loco. – Le decía mientras me sentaba en la silla y ella giraba
el cartel de “ABIERTO” para señalizar el cierre del bar.
-
Empecemos poco a poco. – Me decía mientras se
acomodaba. - ¿Qué crees que está pasando?
-
Pues que he perdido la poca cordura que me
quedaba. Últimamente he estado teniendo unas pesadillas que me impiden dormir,
he incluso parecen abarcar el mundo real.
-
¿A qué te refieres? – Parecía que me había
ganado su atención.
-
Pues esta noche he soñado que una de las de tu
grupo me visitaba por la noche y… ¿qué hago contándote esto a ti, a una persona
que apenas conozco? Necesito ayudar mi jefa. – Intenté levantarme de mi
asiento, pero una vez ya estaba levantado de la silla, ella la señaló y mi
cuerpo se vio impulsado a sentarse de nuevo bruscamente-
-
Tú te quedas quieto y empiezas a cantar como un
periquito. Sacó otro cigarrillo y comenzó a fumarlo sin encenderlo, porque,
extrañamente, se encendió solo.
-
Mira, no sé lo que queréis de mí, pero os
garantizo que no soy yo quien o lo que buscáis.
-
Eso todavía está por confirmar. Continúa. – Su
tono de amabilidad forzado me ponía de los nervios.
-
Pues eso que una de tus chicas se coló en mi
habitación y empezó a decir tonterías. Como te decía, era un sueño… lo sé
gracias a que cuando salió de mi habitación ya no estaba.
-
Y dime, en ese sueño… ¿Ella hizo cosas extrañas?
-
Defina extrañas. – Parecía preocupada.
-
¿Pues qué te hizo? – El cigarro se consumía
demasiado rápido.
-
Aunque parezca extraño… me controlaba con su
mente. No sé, como le digo, los sueños, sueños son.
-
¿Y a qué te referías con lo del bosque? – Seguía
teniendo un alma ansiosa de conocer.
-
Pues… espera, yo no he hablado de ningún bosque.
¡¿Qué está pasando?!
-
¡Habla! – La situación comenzó a ponerse demasiado
tensa, me incomodé bastante.
-
No hasta que no me digas de una maldita vez lo
que está pasando.
-
¡Aquí mando…!
-
¡Mierda! Aquí no me manda nadie y menos una
vieja decrepita – En realidad no era tan mayor, ya dije que rondaba sobre los
cincuenta– que no sabe qué hacer para sentirse superior a unas crías que no
tienen personalidad suficiente como para plantarte cara. Puede que a ellas
puedas controlarlas, pero a mí no.
El local
enteró comenzó a temblar, como si un terremoto estuviera sacudiendo el bar sin
descanso. Cuando miré para el grupo, todas me estaban mirando fijamente.
Dejaron a mi jefa de nuevo en el suelo, comenzaron a formar un círculo y a
acercarse a mí simultáneamente. Con la tensión del momento, he de reconocer que
ya no me asustaban, de hecho, al igual que el temblor del bar, yo me sentía
excitado y con un calor interno que me daba seguridad.
-
¿Lo hacemos? – Preguntó una de las que nunca
había escuchado su voz.
-
Está claro que el que se mete con nosotras, no
debe salir impune. – Dijo la rubia que apareció en mis sueños.
Todas
comenzaron a levantar sus manos apuntando hacia mí. No me imaginaba lo que
estaban haciendo, hasta que comencé a sentir una sensación o una fuerza muy
extraña en el interior de mi cuerpo. Tal era la fuerza que me vi obligado a
agacharme en el suelo de la presión que sentía en mi corazón. Justo en el
momento en el que comencé a perder oxígeno, me fijé en que estaban susurrando
palabras que apenas podía escuchar y entender. Fue entonces, con el poco
oxígeno que tenía para pensar, cuando comprendí que no era un sueño constante,
si no que estaba siendo la vida real y que ellas no eran un grupo fúnebre
común, si no que era, nada más y nada menos, que un aquelarre de brujas. El
temblor del bar dejó de retumbar para dar paz al local. Mi vida estaba
contabilizada en segundos cuando se detuvieron para dejarme respirar.
-
Bueno, ya sabes lo que está pasando y de lo que
somos capaces si te metes con nosotras – me dijo la bruja líder. – Nosotras no
venimos con el fin de hacerte daño, sino todo lo contrario, pero si nos lo
pones difícil… no nos dejas otra opción. Que esto quede en un aviso ¿de
acuerdo?
-
Sí… - El calor de mi interior había desaparecido
para darme un tono de palidez que, comparado al de la nieve, ésta adquiría el
color del sol. Me costaba recobrar el aliento.
Se habían
llevado a mi jefa y yo me quedé atónito en una silla del bar, la misma en la
que la líder me había estado haciendo el interrogatorio. Mi mente no tenía
planeado hacer nada, ni recoger el bar para cerrar, ni marcharme a casa para
saber cómo estaba mi tía.
No sabía lo
que pensar; ni lo de las brujas ni lo de mi jefa me parecía verosímil. Aunque
pensándolo bien, la brujería explicaría mis pesadillas… Ni Tim Burton podría
imaginar la vida que estaba llevando.
Había pasado
una hora cuando decidí moverme y marcharme a casa cuando fuera del local,
pegada a la puerta, estaba allí una de las chicas del aquelarre.
-
Ey, hola… – Me decía mirando al suelo. – Venía para saber
cómo estabas después de la noticia…
-
Pues supongo que estupefacto… no todos los días
unas brujas intentan ahogarme con su mente.
-
Lo siento, pero te habías metido con nosotras y,
aunque no me lo hagan pasar bien… son como mis hermanas. Me llamo Sandra. – Me
extendió su mano.
-
Si te extiendo mi mano… ¿me aseguras que cuando
te toque me empiece a apretar el corazón o algo así?
-
Tranquilo, yo sola no puedo hacer nada.
-
Aras. – Le extendí la mano. – ¿A qué te
refieres?
-
Pues verás – Comenzamos a dar un paseo por el
pueblo, que, a pesar de estar en la oscura noche, las paupérrimas luces le
proporcionaban un toque misterioso y confortable. – Nadie sabe que estoy aquí
contigo, pero necesito explicarte todo lo que está pasando, a mi cuando me
dijeron todo me sentía muy perdida. Sí, somos un aquelarre de brujas, nuestro
origen, aunque no lo sabemos muy bien, se remonta a las tribus de África de la…
-
Perdona, si vas directamente al grano te lo
agradezco.
-
Vale… – A pesar de su cara de insatisfacción,
continúo con la historia. – Pues verás, nuestro grupo funciona de una manera un
tanto peculiar. Digamos que nosotras nacemos siendo brujas, pero no tenemos
poderes independientes, por eso formamos el círculo.
-
¿Círculo? – Le pregunté cortante.
-
Sí, nacemos formando parte de un círculo. Las
razones creemos que es porque desde los tiempos de Salem, las brujas han
querido formar parte de un grupo para asegurar su poderío y así poder huir de
sus cremaciones. Entonces suponemos que poco a poco sus poderes se han ido
consolidando con el de las demás brujas o que hicieron un hechizo de sangre que
uniera los poderes. Porque, como te iba diciendo, independientemente no tenemos
poderes, pero si las del círculo estamos juntas, podemos hacer grandes cosas.
-
¿Y hay que tener la misma idea del hechizo para
que funcione?
-
No, cada uno puede realizar el hechizo que
quiera, sin estar de acuerdo en el resultado. Tan sólo cuenta que estemos
cerca.
-
¿Y qué buscáis de mí?
-
Pues verás, Ana se ha ido debilitando en estos
años.
-
¿Ana? – No hacía otra cosa más que cortar su
explicación.
-
Ana Bolena, nuestra líder.
-
¿¡Ana Bolena!?
-
Sí. Pues como iba diciendo, ella es la única que
ha estado administrando magia durante varias generaciones de aquelarres.
-
¿Qué quieres decir?
-
Ella drena magia a todas las participantes del
aquelarre, por eso nos prohíbe utilizar la magia por tonterías. Cada vez que un
hechizo sale de nuestra boca, ella se muere.
-
Pero sigo sin saber por qué me queréis.
-
Pues… Ana ha estado buscando a una sucesora... y
has salido tú.
-
¿A qué te refieres?
-
Aras, has nacido para alimentar al círculo.
-
¿¡Qué!? ¡Ni loco, no pienso morir por esto!
-
¡No! Ana ha empezado a debilitarse desde el
momento en el que has nacido, pero para que nazca tu siguiente sucesor pueden
pasar hasta siglos.
-
¿Siglos?
-
Sí, a partir de los veinticinco años, tu
crecimiento y envejecimiento se ve ralentizado en un setenta por ciento. Las
brujas de los anteriores círculos decidieron maldecirnos así, para garantizar
la supervivencia de la magia.
-
¿Qué quieres decir con eso?
-
Pues que la “casi” desaparición de la vejez conlleva
unas consecuencias… Sólo podemos tener hijos con otros brujos o seres mágicos y
sólo quedan contados hombres con magia.
-
Madre mía…
-
Tranquilo, sé que la información es difícil de
procesar, pero con el tiempo lo asimilarás. Además…
-
¡Socorro! – Gritaba una voz femenina procedente
de un callejón cercano. Sandra fue corriendo hacia la voz y yo, por inercia, la
seguí.
-
¿¡Qué haces!? – Le dije mientras la perseguía a
gran velocidad.
-
¡Tú sígueme!
Al llegar al
callejón pudimos observar como una mujer tirada en el suelo, estaba soportando
la paliza de tres hombres.
-
Vale – Decía susurrándome Sandra, porque sabía
que no nos habían visto. – Yo no podré hacer nada, tienes que hacerlo todo tú.
-
¿A qué te refieres? Estamos los dos juntos, ¿no
puedes hacer nada?
-
No, aún no estás unido al círculo, así que, si
eres el siguiente líder, podrías hacer magia independiente.
-
¿Y cómo lo hago?
-
Nosotras utilizamos hechizos en latín, pero tú
seguro que puedes hacerlo en castellano e incluso con la mente ya puedes
hacerlo.
-
¿Y cómo lo digo? La pobre mujer no aguantará
mucho.
-
Tu acércate a ellos, lo hará tu cuerpo
inconscientemente. Confía en ti.
Me acerqué a
ellos corriendo a la vez que les gritaba que se detuvieran. Al verme, se rieron
y empezaron a acercarse a mí.
-
¿Qué pasa chaval? ¿Tienes ganas de fiesta eh?
Sandra tenía
razón, ese calor tan familiar empezó a inundar mi cuerpo y mirándolos
fijamente, empecé a sentir como me liberaba de la presión que estaba sintiendo
últimamente. A la vez que me desprendía del calor uno de los abusones salía
despedido a la pared del callejón y caía en el mismo suelo.
-
¡Qué cojones! – Decía otro de ellos.
-
¡Corre tío! – Gritaba su colega.
-
¡Vinculus!
– Siendo sincero, no supe como dije eso. Los ladrillos de la pared golpearon a
otro de ellos e hicieron que se quedara incrustado en la pared con el espacio
suficiente para respirar.
-
¡Aras, continúa! – Me dijo Sandra desde el fondo
del callejón. Con esas palabras el calor interno que estaba sintiendo se me
había, por suerte el otro matón no se había percatado y se había escabullido. –
Ven, acércate a ella.
-
¡Sí! – Fui corriendo a socorrer a la pobre
mujer. – Hay que llevarla al hospital.
-
No, dame tus manos. – Me colocó las manos sobre
sus heridas. – Ahora concéntrate y di: Sana,
sana y repítelo hasta que veas que se empiezan a cerrar las heridas.
-
Va… Vale… Sana,
sana, sana, sana… Las heridas comenzaban a cerrarse por sí solas. Era una
sensación totalmente increíble, no solo ella se curaba, yo me comenzaba a
sentir totalmente nuevo.
Wow!!! Esto está genial!! Ya quiero más!! jaja
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