EL OTRO LADO

diciembre 08, 2020 Orfeo 0 Opiniones

Vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=Z8PJFOo5RvU&feature=youtu.be

Hola, sé que no es el mejor momento para hablar de mis emociones y de lo que estoy viviendo, pero necesito hacerlo.

Hace bastante tiempo que no hago un pensamiento puro, en el que me dedique a hablar sin metáforas ni rodeos, por eso creo que es el momento de hacer uno nuevo. Este año ha sido desastroso, comenzó con uno de los proyectos más ambiciosos que he creado hasta la fecha, pero que no pude seguir por la pandemia. No sé si afortunada o desgraciadamente, el proyecto va a seguir, pues sigue persiguiéndome lo que quiero manifestar en él, pero no podré continuarlo hasta que no desaparezca este año.

He tenido mucha suerte, ninguno de mis familiares ni amigos han sufrido las consecuencias del virus, pero no ha sido agradable ver lo que he visto en el mundo en el que vivimos. Podría resumirlo todo en la falta de empatía, pues muy poca gente ha estado respetando las normas y casi nadie se ha puesto en la piel de los demás. Esto me lleva a centrarme en mi mundo que, de nuevo, os pido perdón, pero este es el único rincón en el que consigo desahogarme.

Durante la cuarentena, he estado hasta arriba de trabajos de la universidad que, por una parte, lo odiaba porque me estresaba saber cómo estaba siendo todo («lo nunca visto»), pero, por otra parte, me gustaba, porque me ayudaba a no pensar en lo demás. Los docentes no han ayudado, como siempre, prefieren ser máquinas a antiguos alumnos que pasaron por lo que nosotros hemos pasado, eso sí, ellos sin pandemia. Ya de por sí el trabajo universitario es abundante, por lo menos en mi carrera, pero durante el confinamiento, la cantidad de trabajo ha sido y está siendo desmesurado. Os preguntaréis que esto a qué me lleva y yo lo resumo en una frase: estoy destrozado.

Mi cabeza ha estado a punto de estallar muchas veces y por culpa de esta desmesurada cantidad de trabajos no he podido desahogarme a través de mi blog. Mis preocupaciones se basaban en necesitar estar con mi familia, pensar todo el rato sobre amistades que extraño y el cambio de comportamiento en los más allegados.

Extraño ser yo. Extraño volver a hablar con mis amigos, los de antes, los que se fueron sin decir adiós. Mientras que, los que siguen a mi lado, lo único que puedo hacer es estar eternamente agradecido: a los que se fueron, pero supieron volver; a los que vinieron y, desde entonces, se quedaron; al amor de mi vida, que sin él todo sería diferente… Estoy agradecido de tener la familia que me ha tocado, de ser comprendido y no odiado.

La cuarentena hizo mella: causó la revelación de uno de los pozos más oscuros de mi intimidad a través de «Quiero», dándome el apoyo de muchos, pero no el de todos. Desde aquí, quiero pedirte que, si me estás escuchando o leyendo y crees que eres uno de esos amigos que echo de menos, por favor, háblame, te necesito. Espero que me estés entendiendo y sepas ver que es a ti al que me refiero. Tengo parches que no he sabido coser y aún siguen ahí.

He de reconocer que nunca he sido una persona feliz (o por lo menos no lo recuerdo), pero esto me ha superado. No alcanzo a resumir todo lo que he vivido y sentido, aunque, de nuevo, soy un privilegiado por no sufrir las consecuencias directas del virus. Este es el otro lado de la pandemia, del que nadie habla, del que los medios no se hacen eco.

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