Pensamientos de una historia
Aquí estoy, de nuevo, enfrentándome a aquello que
siempre me costó vencer, esperando que llegara aquel día en el que perdiese mi
miedo a perder. He pasado toda mi vida superando aquellos obstáculos del camino
que, en muchas ocasiones, llegaron a convertirse en mis mayores miedos. Ahora
sé que el camino es la meta también y que no es, necesariamente, mi objetivo a
vencer. Reconozco que lloré como todos, cuando algo se va, porque no pude asimilar
que nadie te enseña los pasos a dar en un mundo que te obliga, cada día, a
levantarte y caminar. En su momento, no pude ver que tan solo somos
caminos que suelen torcer y miles de complejos sueltos que debemos vencer.
He de advertiros que una cosa es lo que soy y
otra, tan sólo, lo que muestro porque, en su momento, me demostraron que el
peor enemigo es el que llevamos dentro. Llegué a preguntarle a todo el mundo
para poder definirme a mí. Me duele lo que escribo porque también dediqué
tiempo a quién ya no se acuerda de mí y porque tampoco me he entendido y comprendí
que, eso, siempre será así.
A
veces pienso que la vida es demasiado difícil para seguir. Intento creer que no
es así, pero cuando me escucho, creo que es cómo decirle a un río que se pare y
deje de fluir.
Quiero
creer que ahora este es mi camino y nadie hará que mis ganas de seguir se
sumerjan en el fin. Debo intentar luchar, pues eso, es lo que he querido
transmitir.
Intento
hacer frente a todo aquello que me demostró, en su día, que seguir no era lo
que debía elegir. Busco la vía que me ayude a fingir que todo esto es lo que
ansío conseguir.
Me
gustaría terminar mi intervención con una cita que me obliga a cambiar mi
mentalidad. Confucio decía: “La vida es muy simple, pero insistimos en hacerla
complicada”.
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