ENGAÑO

mayo 28, 2017 Orfeo 0 Opiniones

He sido engañado durante toda mi vida. He sido víctima de mentiras preconcebidas, de un mundo hecho para fuertes. He creído que yo era, cuanto menos, apropiado para seguir aquí. He creído que, en el mundo, la gente nacía con cualidades propias que lo definían.
Ahora todo lo que he creído hasta hoy, han sido puras falacias. En el presente veo cómo ciertos individuos son perfectos a su manera y se creen en la potestad de inmiscuirse en campos externos a los que le corresponden. Todo esto me hace sentir inferior, limitado. Todo lo que me propongo nunca sale como deseo, todas mis habilidades se ven censuradas al entrar en contacto con dichos individuos omnipotentes.
No hay nada que duela más que la limitación. ¿Nunca te has sentido así? ¿Nunca has creído que no has podido hacer algo simplemente por la limitación que sientes? Siempre pienso que mi vida es un funeral en el que yo, un mero espectador, quiero resucitar a lo que quiera que se oculta en el interior del ataúd, pero no puedo porque siempre me quedo encerrado en el recuerdo de lo que ha sido, dicho elemento, para mí. Nunca consigo ver el interior de la caja, no puedo porque es mayor el sentimiento de limitación que el deseo de encontrar respuesta a mis plegarias. Al no poder acceder a dicha respuesta, sólo contemplo la esperanza de recurrir al proceso imaginativo. ¿Acaso no veis más soluciones? Es fácil ver las soluciones en los demás, pero siempre duele verlo en uno mismo.
Son pocos los días en los que me siento el protagonista, pocos en los que creo que me merezco estar aquí. La gente, los gustos y el mundo evoluciona. Yo me estanco, esperando que sea él quien se adapta a mí. Entiendo que no todo sea como yo quiero, pero tampoco puedo esperar a crecer. Mi mundo y mi esperanza se reducen en alientos exhalados del pasado, donde ni tú ni nadie podéis llegar a comprender lo que se esconde en cada uno de ellos.
Vivo en la sombra que me ofrece el árbol y, creyendo que no pasa nada, es él quien me está regalando esta devastadora tristeza. La angustia llega hasta lo más profundo de mi ser, anulando hasta la más mínima de las respiraciones. ¿Acaso no tengo derecho a ser feliz? ¿No puedo tener ni una sola virtud sin que sea superada? No pido la fama, ni la exaltación. Solo pido ser feliz de la forma en la que soy.
Leonardo da Vinci solía decir algo como: “En cuanto nace la virtud, nace contra ella la envidia, y antes perderá el cuerpo su sombra que la virtud su envidia”. Puede que ahora mismo sea yo esa envidia que no deja descansar al que realmente es virtuoso. Puede que yo no sea algo más que un simple aficionado. Puede que mi destino esté reservado en una lata de conservas que se perderá, con el paso del tiempo, en el desagüe o en el laberinto de cañerías de un domicilio lleno de esperanzas.

FIN DE LA REFLEXIÓN (por ahora).

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